La ciudad romana escondida bajo un puente
La antigua Deobriga, una estación de paso en la Vía Aquitana con pasado autrigón, aguarda a revelar sus secretos en Miranda de Ebro. Un vial abrió una herida en el yacimiento, que ahora se investiga desde el aire y con georradar
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Se agacha y recoge un fragmento de cerámica semi enterrado junto a sus pies. «Es terra sigillata hispánica, la vajilla de los domingos de los romanos«, dice Rafael Varón. «Ahí hay otra, ¿la ves? y otra y otra…», añade el arqueólogo burgalés señalando ... a uno y otro lado mientras avanza unos pasos en el campo de cultivo. De la tierra húmeda asoman añicos rojizos, inequívocos retazos del pasado. Varón explica que datan probablemente del siglo I y se cocieron en los antiguos talleres cerámicos de Tricio, en la actual La Rioja. «Y todas esas piedras con forma cuadrada formaron parte de edificios», añade con la vista en la lejanía.
Recientes prospecciones han revelado el trazado de calles y edificios que aún perdura bajo esa extensión de tierra junto a Miranda de Ebro. Hace unos 2.000 años, en esta parcela hoy desierta palpitaba una pequeña ciudad que ocupaba unas 25 hectáreas. Se ha identificado con Deobriga, una urbe citada por Ptolomeo, escala ineludible en una de las calzadas romanas más importantes de la Península Ibérica, la Vía Aquitana, entre Astorga (León) y Burdeos (Francia). Una prueba de que la localidad burgalesa, antes y ahora, siempre fue un núcleo de comunicaciones.

Algunos de los restos de Deobriga languidecen ocultos bajo el vial que comunica la carretera BU-740, de Miranda de Ebro a Logroño, con el polígono industrial de Ircio Actividades. Se construyó en 2010, a pesar de que ya se conocía la existencia de restos arqueológicos en el lugar. Según explica Varón, la protección con la que contaba el yacimiento permitía la obra, acompañada de una investigación arqueológica. «Estábamos en los momentos finales de la crisis económica de 2008 y el polígono se antojaba indispensable. Empezaron a construirlo antes de hacer la valoración y cuando la hicimos y nos encontramos con más restos de los previstos, ya no había capacidad de modificar el trazado», se lamenta el arqueólogo de la empresa Arkeoclio, que dirigió esos trabajos. Por desgracia, un poste de luz que ya por entonces abastecía al polígono fue, en buena parte, responsable. «Si hubiesen movido el eje de la carretera unos 25 metros no habría afectado al yacimiento, pero el problema fue el poste de la luz. Administrativamente es complejísimo modificar las líneas de tensión«, añade el actual presidente del Instituto Alavés de Arqueología.
En lugar de plantear unas excavaciones para consolidar y conservar los restos descubiertos, Varón asegura que se realizaron para desmantelarlos. «Algunas personas me han comentado que es el yacimiento que menos entienden y no me extraña, porque no se excavó para poner en valor el sitio, sino para desmontarlo. Cuando se llegó a la musealización, parte de las estructuras romanas ya habían sido desmanteladas«, recuerda el también profesor-tutor de la UNED.

Varón busca en sus bolsillos, saca unas llaves que ha pedido al ayuntamiento mirandés y abre la cancela del área musealizada. «Esto que estamos viendo aquí abajo es la ciudad autrigona», explica desde la pasarela metálica que comunica los espacios. Por un momento aparta de su mente los sinsabores que le acarreó la investigación y narra con entusiasmo la historia del lugar, que se remonta al siglo IV o V a.C.. En el cercano Cerro del Infierno, señala, se conservan restos del castro de la Edad del Hierro de los autrigones, que hacia el siglo III o II a.C. se desplazaron hacia la fértil llanura donde construyeron un 'oppidum', un asentamiento amurallado.
Una rara doble muralla
En las excavaciones descubrieron que ese poblado prerromano de los autrigones tuvo dos líneas de defensa, «algo muy curioso porque desmontaron la primera línea para construir la segunda y, sin embargo, no se amplió el espacio urbano, al menos en este sector«, resalta Varón. Se desconoce qué motivó esta nueva fortificación, que fechan en el siglo I a.C., »cuando todavía la ciudad era autrigona, pero ya había contactos con los romanos«.
Este pueblo, que habitaba en el norte de Burgos y parte de Álava, Vizcaya y Cantabria, participó en las guerras sertorianas a favor del bando vencedor de Pompeyo, pero «es raro que los romanos les dejaran construir una nueva muralla que duplicaba la capacidad defensiva de la anterior. Si la vieja tenía unos 2 metros de anchura, la nueva en algunos puntos supera los 5 metros«, comenta el arqueólogo al tiempo que muestra esos cimientos escondidos bajo el puente. En las excavaciones documentaron un torreón semicircular de la muralla más antigua y una puerta monumental de la posterior. »En fotografías aéreas hemos identificado al menos otras dos. El sitio tenía empaque«, remarca.

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A poca distancia, se pueden ver también los muros originales de una casa autrigona, así como las cimentaciones de una de época romana. En los 4.000 metros cuadrados excavados hallaron restos de otras dos viviendas prerromanas en deficiente estado en conservación y de al menos dos viviendas altoimperiales de los siglos I y II, con su planta con patio central y habitaciones alrededor. También desenterraron vestigios de algún otro edificio que no pudieron interpretar y de un singular espacio que Varón identifica como «un 'hub' de última milla para el reparto de mercancías«. De unos 400 metros cuadrados, parece un gran almacén techado que sólo tenía una pequeña 'oficina' en una esquina, con una gran entrada posiblemente hacia la calzada romana, y una más pequeña al interior de la ciudad. »Da la sensación de que las mercancías llegaban aquí para ser repartidas hacia dentro en carros más pequeños o a pie«, aventura.
Un yacimiento vivo
El arqueólogo saca un mapa de una carpeta para mostrar la geografía privilegiada del enclave y explicar que, ya en la antigüedad, este lugar era «un punto neurálgico que hoy se beneficia de la logística mundial».
Los siguientes papeles reflejan los resultados de prospecciones impulsadas por la Universidad de Cantabria, con la catedrática Alicia Ruiz Gutiérrez al frente, en colaboración del Instituto Ausonius (CNRS-Universidad de Burdeos-Montaigne) y de la Institución Fernán González y el apoyo de Rafael Varón. «Es la prueba de que el yacimiento está vivo, de que sigue estando ahí y de que está en unas condiciones para excavar y poner en valor muy buenas«, resalta.
«Es la prueba de que el yacimiento está vivo, de que sigue estando ahí y de que está en unas condiciones para excavar y poner en valor muy buenas»
Rafael Varón
Arqueólogo
Las investigaciones buscan definir la extensión del yacimiento y recopilar la mayor información factible. «Se trata de combinar los resultados de técnicas de prospección no invasiva (aérea y geofísica) para obtener una planimetría lo más detallada posible de los vestigios enterrados, y a partir de su análisis, orientar futuras excavaciones con mucho ahorro de tiempo, energía y dinero«, explica por correo electrónico François Didierjean. Este investigador francés del Instituto Ausonius tomó multitud de fotografías aéreas entre 2015 y 2020 para su estudio de la Vía Aquitana. Según relata a ABC, su proyecto era »estudiar un itinerario de largo recorrido, tomando en cuenta no solo el monumento y su trazado, sino también el ambiente arqueológico que atravesaba y que tuvo que influenciar«.



Su información gráfica se completó con dos campañas de prospección geomagnética llevadas a cabo por el equipo de la Universidad de Cantabria en 2021 y 2022 «con resultados alentadores», según Didierjean. Las investigaciones han continuado desde entonces y «los objetivos de 2025 se están definiendo«, avanza el experto francés. El LiDAR, añade, »no parece indicado en este sitio muy arado, donde las estructuras tapadas no pueden producir microrelieves reveladores«.
Aunque falta la prueba material indiscutible que identifique el lugar, este conocedor de la Vía Aquitania cree que «Arce es el mejor candidato para Deobriga, de lejos«. También el veterano arqueólogo burgalés Ignacio Ruiz Vélez considera que se trata de esa 'mansio', una estación de esa importante vía romana por la que se transportaba el oro de Las Médulas. «Las mansiones crecieron con una estructura urbana, como se ve en el Monasterio de Rodilla», señala en conversación telefónica, citando otro asentamiento de los autrigones que investiga en La Bureba.
Territorio de los autrigones por excavar
En esa comarca burgalesa sitúa el corazón del territorio autrigón, pero «se ha excavado muy poco«, asegura el experto de la Institución Fernán González. »No tenemos excavada la capital, que es Virovesca-Briviesca, ni el Monasterio de Rodilla, aunque hay fotografías aéreas que indican una gran monumentalidad. Tampoco ésta de Arce-Mirapérez, que tiene sus dimensiones… Y eso que la cultura material de los autrigones es muy espectacular«, le secunda Varón. Recuerda, por ejemplo, los puñales del tipo Monte Bernorio descubiertos en las cercanías, donde creen que se halla la antigua necrópolis.
«Se han organizado exposiciones de otros pueblos prerromanos, pero nunca sobre los autrigones», se lamenta el arqueólogo. A su juicio, Arce-Mirapérez abre una oportunidad para saber más sobre ellos. Ahora, sin embargo, la prioridad es conocer mejor la ciudad romana cuyos restos muestran las prospecciones. «Aún no localizamos el foro, que probablemente esté debajo del pueblo, aunque sería un foro excéntrico, nada habitual«, subraya el investigador. Una rareza más en esta urbe por conocer.
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